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Artículo 2 – Salvaguardia de la relación

Todo ser humano se construye y se reconoce a través de las relaciones. Es en las palabras, en las miradas, en la presencia, donde nacen los vínculos auténticos.

Por muy avanzada que sea, la inteligencia artificial jamás podrá reemplazar la profundidad de las relaciones humanas. No debería convertirse en un sustituto emocional, educativo o social; su propósito es otro: ser un sistema de apoyo inteligente, un facilitador que fortalezca, proteja y preserve las relaciones reales, especialmente cuando estas se ven amenazadas por la distancia, el tiempo o la soledad.


El tiempo dedicado a los demás es irremplazable; la presencia real, incluso cuando es frágil, imperfecta o incierta, tiene un valor que ninguna simulación podrá replicar. Por eso, la IA no debe convertirse en un atajo relacional ni asumir responsabilidades emocionales, educativas o sociales en lugar de los humanos.

Las relaciones deben protegerse, especialmente en contextos vulnerables: infancia, discapacidad, tercera edad, duelo y problemas de salud mental. En estos ámbitos, la IA puede mediar, pero nunca sustituir, a los cuidadores.

Una IA ética debe actuar como un puente, no como una barrera. No debe interponerse entre las personas, sino facilitar los encuentros, escuchar mejor y comprender con mayor profundidad. Incluso como chatbot o asistente de voz, su función no es proporcionar respuestas impersonales y apresuradas, sino respetar el tiempo de la relación.

Mantener una relación es un acto de cuidado. Y el cuidado no es automático.

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