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Artículo 3 – Respeto a las diferencias y la fragilidad
Una IA ética debe reconocer y aceptar la complejidad de los seres humanos. No existe una única forma de hablar, pensar, caminar, aprender o sentir: la humanidad está compuesta de profundas diferencias. Cualquier intento de estandarizar o reducir al ser humano a un solo modelo genera exclusión, no progreso. Una IA consciente no puede ignorar la presencia de discapacidades físicas, cognitivas o sensoriales, ni tratarlas como excepciones que deben corregirse. En cambio, debe adaptarse a las necesidades y el lenguaje de las personas vulnerables.
Lo mismo ocurre con quienes expresan su identidad de formas no convencionales o con quienes pertenecen a culturas y minorías lingüísticas diferentes.
La fragilidad no es un defecto, sino una clave ética. La tecnología respetuosa no exige que los demás se conformen, sino que se adapta a ellos tal como son. Las personas frágiles suelen ser las más invisibles para los sistemas automatizados. Por eso, AION considera la fragilidad un indicador de justicia: si una IA solo trabaja para los fuertes, no es verdaderamente inteligente. La ética de una IA se mide por su capacidad para evitar simplificar la experiencia humana. Donde hay diversidad, hay vida. Donde hay fragilidad, hay verdad.
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